Por: Alberto Aranguibel B.
En Venezuela no están hoy dadas las condiciones para un proceso eleccionario de ninguna naturaleza. Pero no por insuficiencia técnica o por intereses soterrados como quiere hacerlo ver la oposición, sino por el peligro que un evento como ese entraña.
En la democracia neoliberal una persona de 20 años de edad habrá visto en total unos tres años de procesos electorales a lo sumo. Bajo ese viejo modelo representativo el ciudadano participa del hecho electoral apenas unos dos o tres meses cada cinco, seis, o hasta ocho años como en algunos casos, luego de los cuales la sociedad se desentiende por completo del tema hasta que corresponda una nueva cita electoral.
En la Venezuela revolucionaria una persona de la misma edad habrá visto y experimentado elecciones a lo largo de casi toda su vida, porque para la revolución bolivariana la elección es el Alfa de la participación y el protagonismo que el modelo chavista propone.
Durante todo ese periodo la oposición ha sido persistentemente derrotada por un pueblo que se niega a regresar al pasado de hambre, miseria y exclusión en las que ese mismo sector político sumió al país.
Pero la oposición ha explicado esa recurrencia en la derrota como producto de un fraude perpetuo que ella arbitrariamente (y sin ningún tipo de pruebas) le atribuye a la revolución, a la que por esa sola circunstancia ha presentado siempre como «una dictadura».
Por su proverbial miopía política, ha creído que el triunfo circunstancial que obtuvo en las últimas elecciones parlamentarias significa que por fin ha logrado superar la consistente mayoría que por más de tres lustros ha logrado construir el chavismo.
Pero no es así; el único pueblo movilizado hoy en Venezuela en respaldo a su liderazgo es el revolucionario. Con un triunfo electoral y una concentración importante cada diez años en promedio, la oposición no ha logrado acumular la masa crítica suficiente para desplazar al proceso bolivariano.
Sin embargo sí pudiera tener gente como para incendiar el país si pierde una elección. O incluso si la gana y pretende cumplir su reiterado juramento de encarcelar a todo el estamento chavista, lo que desataría sin dudas una inexorable y cruenta guerra civil.
Solo la Mesa de Diálogo, como espacio concebido no como una instancia de negociación política sino de aseguramiento de la paz y la convivencia social en el país, puede corregir tal distorsión. Por eso es tan prioritaria y tan impostergable.
@SoyAranguibel